SIRIA
Oposición frustrada, injerencia externa y repercusiones en la región
18 de enero de 2012
Por Alberto Cruz
CEPRID
A los esfuerzos sauditas (con el inestimable apoyo de sus satélites de las monarquías del Golfo, especialmente Qatar) para atizar el enfrentamiento sectario sunní-shií para debilitar el eje Siria-Hizbulá-Irán hay que sumar los esfuerzos occidentales (EEUU y la UE) por derrocar a Bachar Al-Assad. Tanto unos como otros, por el momento, han fracasado en sus intentos. Tras diez meses de protestas, el gobierno de Al-Assad aún se mantiene, más débil, pero con importantes apoyos entre un amplio sector de la clase media de las principales ciudades del país y, sobre todo, del ejército y los aparatos represivos y de seguridad. Otro factor, y no menor, es la división de las fuerzas opositoras en siete grandes organizaciones o coaliciones y la deriva evidente hacia el enfrentamiento sectario (el Siria gobierna la minoría alauí). Pero, además, se constata que las sanciones internacionales no tienen el efecto deseado y no sirven para derrocar a su gobierno. Y por si fuese poco, la deriva sectaria opositora está provocando un repliegue en las posiciones de Turquía, que de una inicial beligerancia con Siria ha pasado a un discreto segundo plano y a reforzar sus vínculos con Irán.
Estas son las razones por las que estos actores externos han alentado a una parte significativa de la oposición, cada vez más frustrada, tanto a buscar puntos de unión política como a dar el paso hacia la lucha armada a gran escala y, sobre todo, buscar la forma de alentar una agresión bélica como la ocurrida en Libia. Lo que en un primer momento fueron movilizaciones pacíficas ha dado el paso hacia enfrentamientos armados de un mayor calado siguiendo los pasos que se han dado en Libia. No es, como dicen los opositores, consecuencia de la negativa del gobierno sirio a adoptar cambios, sino de su propia incapacidad para desmarcarse de los designios injerencistas extranjeros. Los discursos y los documentos opositores ya no disimulan su frustración y vienen a reconocer su incapacidad para derrocar a un gobierno que sólo dejará el poder por medio de una agresión externa.
El punto de inflexión se comenzó a dar casi en el mismo momento en que se derrocaba a Gadafi (con su posterior asesinato). Eso fue en octubre de 2011, el mismo mes en que se constituye el Consejo Nacional Sirio con el programa de ?derrocar al régimen en seis meses y establecer un gobierno interino? (1). La finalidad era evitar que Al-Assad llegase a la primavera de 2012, cuando está establecido que el país debe adoptar una serie de reformas de gran calado ?anunciadas en el mes de agosto del año pasado por Al-Assad y reiteradas el 10 de enero de este año (2)- que incluyen una reforma constitucional en la que el partido gobernante dejará de ser hegemónico, unas elecciones legislativas pluripartidistas y que terminarían en 2014 con la celebración de unas elecciones presidenciales. En su declaración fundacional, el CNS se autodefine como ?dirección principal de la revolución?, por lo que se arroga la representatividad tanto dentro como fuera de Siria y alienta de forma abierta la intervención exterior para derrocar a Al-Assad: bajo la excusa de que cualquier intervención extranjera podría socavar la soberanía de Siria dice que ?las organizaciones internacionales deben cumplir con su responsabilidad para proteger al pueblo sirio por todos los medios legítimos? (3).
¿Cuáles son? No los especifica, pero su secretario general, Samir Al-Nasher, lo dejaba meridianamente claro al afirmar que ?la ONU debe determinar cuáles son esos medios, financieros o militares?. Y se pregunta: ?¿Qué habría pasado en Bengasi si no hubiese actuado la OTAN?? (4). La principal fuerza del CNS, la Hermandad Musulmana, también se ha manifestado en la misma dirección: su principal dirigente, Ahmad Al-Riyadh Shaqfa, es un firme partidario de una zona de exclusión aérea ?similar a lo que la OTAN hizo en Libia? (5). Más claro, agua. Y por si aún hay escépticos, he aquí lo que dice el portavoz y presidente del CNS, Burhan Ghalioun: ?cuando solicitamos la intervención internacional pedimos la aplicación de la Carta de las Naciones Unidas, especialmente la cláusula de protección de los civiles (...), no vamos a aceptar cualquier intervención sin el consentimiento del CNS? (6).
Esta es la razón por la que el CNS inicialmente se opuso con vehemencia a cualquier plan de la Liga Árabe (pese a la beligerancia de esta organización, hegemonizada por Arabia Saudita, que ha suprimido la membresía de Siria e incentivado la imposición de sanciones económicas) y se manifiesta crítica con el papel de los observadores que hasta mediados de enero estarán visitando el país. Al mismo tiempo, y a pesar de la retórica y como consecuencia de la cada vez mayor frustración por no lograr el derrocamiento de Al-Assad, el CNS está alentando de forma clara los enfrentamientos armados a gran escala en Siria siguiendo el esquema libio. Porque Libia es el espejo en el que se mira el CNS y el que ya es su brazo armado, el denominado Ejército Sirio Libre (7).
El ESL es anterior al CSN, su creación se puede fechar en el mes de junio con el inicio de la deserción de ciertos militares que se negaban a tomar parte en la represión. Desde entonces se repite con insistencia que son más de 10.000 los desertores (hay quien llega a hablar de 20.000), cifra a todas luces irreal puesto que, de ser así, se asistiría a una guerra abierta que no existe en la actualidad. Antes de constituirse como tal se denominaba Movimiento de Oficiales Libres. También apuesta por la intervención extranjera y la zona de exclusión aérea al tiempo que reclama ?armar el movimiento de protesta como se hizo en Libia? (8) y afirmaba en su origen estar coordinado con la Autoridad General de la Revolución Siria, otro grupo opositor ahora en estrecha relación con el CSN.
Argumentando la represión que se ejerce, real a todas luces aunque las cifras ofrecidas como buenas (más de 5.000 muertos) son bastante cuestionables, como reconoce la propia Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU cuando afirma que no tiene datos fiables pero confía en sus fuentes (9) ?una comisión de la ONU emitió un informe el 23 de noviembre de 2011 en el que certificaba que se cometían violaciones de los derechos humanos pero no con la categoría de crimen internacional-, una oposición cada vez más frustrada ante la fortaleza de Al-Assad ha dado el paso que venía anunciando desde su creación: seguir el modelo libio. Y para ello, nada mejor que recurrir a quienes lo pusieron en práctica, los propios libios. Y con quienes les armaron, alentaron e instruyeron: los occidentales y las monarquías del Golfo.
La santa alianza: salafistas y servicios secretos occidentales
En los últimos meses, tanto la prensa occidental como árabe ha informado de un hecho que por sí sólo debería llevar a la reflexión, por mucho que los auspiciadores de la existencia de una ?revolución popular? lo nieguen: el ELS recibe ayuda, armas e integrantes, no sólo de los servicios secretos occidentales (10) sino del nuevo régimen libio. Sin el menor tapujo, las Fuerzas Especiales Británicas reconocen en su página web que entrenan a los ?rebeldes? sirios en zonas de Turquía, así como en Libia y el norte de Líbano (11).
Que se entrene a los ?rebeldes? sirios en Libia y que haya salafistas libios entre sus fuerzas es de una importancia crucial puesto que el régimen libio que encabeza el Consejo Nacional de Transición ha sido el único en el mundo que ha reconocido de forma oficial al CNS como ?representante legítimo? del pueblo sirio al tiempo que ha cerrado la embajada siria en Trípoli. Si bien, como se ha dicho, es el único régimen que adopta tal medida, el siguiente en la lista será el tunecino, lo que deja bien patente el cariz abiertamente reaccionario de las llamadas ?revueltas árabes? y cómo sirven a sus principales patrocinadores (12). No fueron en ningún momento revueltas populares ?con la sola excepción de Egipto-, sino de una clase media empobrecida y sin aspiraciones de poder que, una vez logrado, revela su verdadera cara y sirve a sus principales patrocinadores. Los tunecinos intentan ocultar este paso con otros, como el recibimiento del primer ministro palestino en Gaza.
Como es lógico, una vez que se hizo evidente la presencia de miembros salafistas libios en las filas del ELS el desmentido del nuevo régimen libio (cosa que no han hecho los opositores sirios) no tardó en llegar. Pero los informes sobre la asistencia militar libia son incontestables. Incluso la cada vez más sectaria cadena de televisión Al-Jazeera, que jugó un papel de primer orden en la campaña de demonización de Gadafi y sus supuestos crímenes de guerra ?al tiempo que oculta la represión en Bahrein o como ha hecho ahora cuando Arabia Saudita ha reprimido con saña, y causando muertos, una movilización shií en la localidad de Awwamiya en Provincia Oriental (13) -, se hizo eco de una reunión entre el CNT libio y el CNS ya en el mes de octubre, el día 17 para ser exactos, en la que se acordó entre las dos organizaciones ?toda clase de asistencia, incluyendo la militar? (14). No sólo fue la cadena qatarí, sino el diario de obediencia saudita Al-Sharq Al?Awsat quien recogía la misma información dando nombres y afirmando que los representantes del CNS se habían reunido con funcionarios libios ?y oficiales del ejército para discutir la cuestión del apoyo militar y logístico al levantamiento sirio, además de hombres? (15). La actitud de estos dos medios árabes hay que interpretarla en un pretendido afán de mostrar una cierta imparcialidad de sus patrocinadores en unos momentos en los que la Liga Árabe negociaba con el gobierno sirio el envío de observadores bajo el patrocinio de Rusia.
La realidad es la que es, por mucho que los desmentidos de unos y a penas de otros se produzcan un día sí y otro también. El CNS se ve obligado ahora a afirmar, con muchos matices, que se opone a la lucha armada porque teme que lleve al país a una guerra civil. El ESL afirma que está comprometido con la plataforma del CNS y el principio de protestas no violentas y que sólo actúa ?en defensa? de esas protestas. Pero de ambas afirmaciones surgen dos certezas: una, que si hay miedo a una guerra civil es que hay un sector significativo de la población que apoya al gobierno de Al-Assad; otra, que cuando el ESL afirmó inicialmente haber ordenado ?un alto el fuego? durante la visita de los observadores se constata que no sólo realiza ?acciones defensivas?. De hecho, si se denuncia que el gobierno continúa con la represión pese a la labor de los observadores, también es cierto que las acciones del ESL siguen y derivan hacia ejercicios evidentes de terrorismo como han puesto de manifiesto los atentados en Damasco.
El papel de los observadores
Se entra aquí en otro elemento a tener en cuenta: los observadores. El bloqueo económico y político al que los regímenes árabes, bajo la égida saudita, imponen a Siria ha obligado a este país a aceptar la presencia de observadores de la Liga Árabe. Pero no ha sido a cualquier precio. Fue el gobierno sirio quien logró imponer parte de sus condiciones sobre la presencia de estos observadores, aunque también es evidente que son una especie de Caballo de Troya para la Liga Árabe. Los últimos movimientos, con reuniones urgentes a la mitad de su mandato para discutir su papel sobre el terreno ponen de manifiesto la inseguridad con la que la Liga Árabe y sus patrocinadores se mueven. Se pensaba que iban a constatar los crímenes de guerra de que es acusado el gobierno, pero sus primeros informes ?rápidamente desautorizados- ofrecían una imagen de la realidad sobre el terreno que dista mucho de eso. Esta es la razón por la cual se comenzó a cuestionar su papel, se ha resaltado la figura de su presidente como represor y casi genocida ?el sudanés Mohamed Al-Dabi, quien no fue cuestionado por lo mismo cuando alcanzó un acuerdo con la ONU sobre Darfur- olvidando que todos y cada uno de los generales de todos y cada uno de los países de la Liga Árabe pertenecen a unas instancias de poder que tienen muy poco de demócratas. Lo que se busca no es la verdad, sino la condena. Por eso EEUU se ha reunido en varias ocasiones con el presidente de la Liga Árabe para abordar el papel de los observadores (16) recomendándole ?ajustar? el papel de éstos.
La comisión de observadores ha visitado Homs, Hama y la mayoría de los considerados ?puntos calientes? de Siria. Sus impresiones preliminares favorecían la visión que ofrece el gobierno sirio y eso no gustó. Había que desacreditarla cuanto antes. Sobre todo, porque una encuesta de la Fundación Qatar ?que no se puede considerar pro Al-Assad, precisamente- de la que se hacía eco el principal diario en lengua árabe, Al-Quds Al-Arabi, afirma que el 55% de la población apoya al gobierno de Al-Assad (17). Es evidente que los apoyos internos se han ido reduciendo, pero que después de todo lo ocurrido continúe con tal alto nivel de apoyo indica que un amplio sector de la población apuesta por la continuidad del gobierno Al-Assad. Especialmente, la minoría alauí que le sustenta y la clase económica media-alta (en su gran mayoría sunní, aunque también cristiana) que vería en peligro sus privilegios. Sólo si la economía se deteriora más debido a las sanciones o a la caída del comercio exterior esta clase abandonaría a Al-Assad.
Esto es lo que lleva a que, por una parte, desde la UE (con Francia a la vanguardia) se vuelva a insistir en la renuncia de Al-Assad y en que desde EEUU se amenace con nuevas sanciones a Irán, el principal valedor económico de Siria en estos momentos. La principal de ellas, la prohibición de comerciar con el Banco Central de Irán, ya se ha tomado y se está jugando con fuego con la amenaza de imponer sanciones a las exportaciones de petróleo iraní, lo que está colocando la zona al borde del precipicio. Todo ello repercute en Siria, que vería cómo el país estaría abocado a una situación muy similar a la de Irak durante el gobierno de Saddam Hussein, un durísimo bloqueo que llevó a la muerte a un millón de personas y provocó que muchos de ellos buscasen alternativas a una situación desesperada. Y esa alternativa fue el apoyo, así fuese tácito, a la invasión y ocupación neocolonial del país.
Según Al-Quds Al-Arabi, la oposición está dividida sobre cómo afrontar el tema de los observadores y, sobre todo, ?la injerencia externa? de la que ya nadie duda. Los duros quieren desacreditar como sea a los observadores para acelerar el proceso de intervención como en Libia (18). De ahí la agresividad contra ellos, con agresiones incluidas (19). Y si antes criticaban a la Liga Árabe, ahora la apremian a que meta en cintura a los observadores para que sean mucho más críticos. Los últimos movimientos, como la reunión del domingo 8 de enero, a mitad de su mandato y bajo fortísimas presiones de Estados Unidos, Francia y sus aliados árabes, Qatar entre ellos, para desacreditar el trabajo de los observadores hacen prever un informe final muy hostil pese a que las tensiones internas dentro de la Liga Árabe obligasen a estos estados a aceptar la prolongación de la misión de los observadores hasta el plazo previsto inicialmente y a reconocer, por primera vez, algo que hasta entonces no habían hecho: la existencia de ?grupos armados de la oposición?.
El caso de Qatar es especialmente relevante puesto que se ha convertido en la punta de lanza de la presión saudita y occidental, papel que ya cumplió en Libia. Su primer ministro y titular de la cartera de Asuntos Exteriores, Hamad bin Jassin al-Thani, viene realizando reiteradas declaraciones (20) sobre la necesidad de internacionalizar el problema sirio y plantear nuevas exigencias que van más allá de lo concertado en el protocolo acordado sobre la actuación de los observadores, de forma especial el envío de asistencia técnica de la ONU tanto en derechos humanos como ?en cuestiones militares y de seguridad?. Esto es algo que vienen tratando de imponer EEUU y Francia, especialmente.
Pese a los intentos de Occidente y sus aliados árabes y de una oposición cada vez más frustrada, las protestas de circunscriben a la zona de Homs, Hama y unas cuantas localidades más cerca de la frontera con Turquía. En las principales ciudades como Damasco, Alepo o Lakatia son esporádicas. Un informe imparcial de los observadores debería certificar, con mayor o menor énfasis, esta cuestión y eso es lo que exaspera tanto a la oposición como a Occidente puesto que esperaban que esos observadores fuesen el ariete para derribar al régimen. Los entresijos de esa reunión extraordinaria de la Liga Árabe del 8 de enero son muy esclarecedores al respecto (21). Primero, en la página web de la Liga Árabe en la versión publicada del documento de los observadores no aparecía una mención a los ?grupos armados? que finalmente sí se introdujo en la versión final. Segundo, la controversia sobre la necesidad de pedir apoyo a la ONU para formar a los observadores, adoptada en el documento final como concesión evidente a quienes habían negado inicialmente la existencia de ?grupos armados? de la oposición. Una cosa por otra. Pero que el veredicto está dictado es incuestionable: el primer ministro y canciller de Qatar, el citado Al-Thani, calificó de "improbable" una salida positiva a la labor de monitoreo de los observadores (22).
Las repercusiones en la región
La agudización de los enfrentamientos está servida, y la guerra sectaria también. De hecho, la página web Debkafile (23), vinculada a los servicios secretos israelíes, afirma que Arabia Saudita y Qatar están financiando y armando una fuerza sunní con libios e iraquíes para un rápido despliegue en la frontera turco-siria en cuanto se produzca la intervención extranjera.
El objetivo es crear una fuerza sunní capaz de hacer frente a los shíies, especialmente Hizbulá. Es un intento en el que los saudíes vienen insistiendo desde 2005, con la creación y financiación de fuerzas como Fatah al Islam, que surgió en el campo de refugiados palestinos de Narh al-Bared y el norte de Trípolí (una ciudad libanesa fronteriza con Siria) y el aliento y financiación de las fuerzas sunníes pro-Hariri, ex primer ministro libanés, que fueron derrotadas por Hizbulá en un breve enfrentamiento de cuatro días en mayo de 2008.
Una de las principales exigencias de la Liga Árabe es la presencia de ?medios independientes? en Siria. Uno de esos ?medios?, vetado por el gobierno sirio al igual que la sectaria Al -Jazeera, es la cadena de obediencia saudita Al-Arabiya, que suele arropar sus ?informaciones? con noticias como ?la continua violación de mujeres y niñas, la mayoría sunnitas? (24) por parte de los seguidores de Al-Assad que, como se sabe, pertenecen a la minoría alauita, cercana en sus prácticas y creencias a los shiíes.
El cada vez más evidente enfrentamiento sectario está provocando un malestar creciente en Turquía, pese a haber acogido a estos mercenarios salafistas en su suelo, puesto que en caso de triunfar pueden establecerse muy cerca de la frontera con Irán y lanzar ataques en este país (25), donde ya venía actuando una organización similar, Jundulá, seriamente debilitada desde que en enero de 2010 su principal dirigente fuese detenido en un vuelo regular cuando volvía de una reunión con los servicios secretos occidentales y árabes en Dubai.
Turquía, que llegó a decir que estaba dispuesta a considerar ?todos los escenarios de actuación en Siria?, se ha moderado un tanto en las últimas semanas a medida que se aceleran los acontecimientos. Primero, porque la cifra de refugiados que llegaron a su territorio en los primeros meses de la revuelta se ha estabilizado (se cifra su número en unos 8.000). Segundo, porque Siria está jugando muy hábilmente la carta kurda, a quien está realizando concesiones importantes, para que sea posible movilizar a los kurdos sirios en acciones de apoyo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que han reavivado la guerra contra Ankara. Tercero, porque Turquía tiene otra importante minoría en su territorio: los alauitas, cuyo número se estima en unos 5 millones, que no son precisamente los más beneficiados por el resurgimiento económico y político turco y están cada vez más preocupados por sus hermanos en Siria. Y cuarto, porque se está dando cuenta que la cuestión Siria va mucho más allá y tiene como objetivo secundario Irán. Por eso su ministro de Asuntos Exteriores, el carismático Ahmet Davutoglu, ha visitado Teherán y dice públicamente que Turquía no se va a sumar al bloqueo que EEUU y la UE quieren imponer al petróleo iraní (26), lo que da un respiro evidente al gobierno sirio en cuanto al suministro de combustible.
La presencia de los observadores y sus declaraciones iniciales que le dan una cierta razón al gobierno de Damasco ha agilizado el proceso de unión de la oposición con la finalidad de arropar y dar legitimidad a esa agresión. Incluso los Comités de Coordinación Popular intentar responsabilizar al gobierno Al-Assad de este paso y afirman que es un deber de la oposición el ?implicarse en estas actividades [a las que llama ?acciones internacionales?] para darles la oportunidad de influir en ellas para llevarlas por el camino que más convenga al interés nacional? (27).
Por su parte, también el Comité de Coordinación Nacional para el Cambio Democrático, que hasta ahora se había opuesto a la intervención extranjera e impulsa la política de los ?tres noes? (al régimen, a la violencia y a la injerencia extranjera) se está dividiendo. Un pequeño sector ha anunciado un acuerdo con el CNS sobre el futuro del país tras una hipotética caída de Al-Assad. Dicho acuerdo adopta una nueva decisión: ambas organizaciones se oponen a la intervención militar extranjera (en referencia a las fuerzas occidentales), pero no entra dentro de este parámetro una intervención árabe, que alientan (28) y en esa línea va lo publicado por la página israelí y las declaraciones, de nuevo, del emir de Qatar el sábado 14 de enero, una semana antes de que oficialmente finalicen su misión los observadores (29). El documento conjunto lleva por título ?La Siria del mañana? y en él se afirma que ?cuando la situación se calme en Siria, la Liga Árabe convocará una reunión preparatoria con la oposición y luego un llamado a constituir un gobierno para discutir el futuro de Siria?. La filtración del mismo no ha gustado nada. La oposición se ha defendido diciendo que es sólo un borrador que aún no ha sido aprobado. Pero no se reniega de su contenido, en especial en lo referente a la intervención extranjera puesto que, al menos en lo que atañe al CNS, se insiste en la ?necesidad de internacionalizar la cuestión de Siria y llevarlo al Consejo de Seguridad [de la ONU] tan pronto como sea posible? (30).
Lo recogido en este documento ha sido asumido, casi palabra por palabra, por el coordinador del CNS al referirse al discurso de Al-Assad en el que se ratifica y pone fecha para el inicio de las reformas y que se indica en la nota 10: ?el discurso insiste en la división y la guerra civil, por lo que la comunidad internacional y los organismos humanitarios deben trabajar con el fin de proteger a los civiles y la Liga Árabe debe recurrir al Consejo de Seguridad [de la ONU]? (31). Casi en el mismo momento, desde EEUU y la UE se ha vuelto a presionar a Rusia para que presente una resolución acorde con las exigencias occidentales (hay que recordar que Rusia vetó una propuesta occidental en octubre y luego presentó una propia, rechazada por los occidentales por ?tibia?).
El fracaso inicial de EEUU en los comienzos de las ?revueltas árabes? y su sumisión a los intereses sauditas está comenzando a cambiar, a medida que se acercan las presidenciales de noviembre de este año. Tanto dentro del Partido Demócrata como en el Partido Republicano ven en el caso de Siria la oportunidad de recuperar el terreno perdido y retomar la vieja estrategia de Bush de poner en marcha el Gran (o Nuevo) Oriente Medio. Para eso es necesario que caiga el gobierno de Al-Assad. Pero hay varias claves a tener en cuenta. La primera, que Siria no está tan sola como parece dentro del mundo árabe. Irak, Líbano y en menor medida Argelia son sus principales aliados. Además, están los ?actores o estatales? como Hizbulá y Hamás. Un informe demasiado hostil de los observadores?que será hostil está claro, lo único que no lo está el nivel de hostilidad- puede romper aún más la Liga Árabe puesto que estos países ya han dado muestras de que hay una línea roja que no están dispuestos a pisar. Siria no es Libia. La segunda, que el Ejército sirio está dando muestras de una sorprendente lealtad al gobierno ?al contrario que el Libia- por lo que la agresión extranjera, sea árabe o no, conllevaría grandes riesgos y grandes pérdidas en caso de enfrentamiento directo; por lo tanto, la única opción con la que cuentan unos y otros (y la oposición) es la imposición de unas ?zonas seguras? muy limitadas dentro del territorio sirio, lo que incentivará aún más el enfrentamiento sectario. En el hipotético caso que se adopte esta medida, habría dos zonas: Turquía exigirá controlar la que atañería a su frontera, lo que no gusta a los árabes que se verían obligados a crear otra bajo su control. Es decir, habría ?dos Bengasis?, por utilizar la simbología libia. Algo muy difícil de controlar en una era post Al-Assad.